Hugo Galindo Salom
¿Quién soy?
Un ser feliz, enamorado de la santa Biblia, adicción de la que contagio a quienes se crucen en mi camino. Epidemiólogo, primer doctor en medicina ortomolecular en Colombia, y conferencista internacional convencido del inquebrantable lazo entre fe y ciencia.
Autor de varios libros, entre los que sobresale Epheta, misión salud, un exitoso retiro de sanación que ha impactado la calidad de vida de pacientes con cáncer. Guía laico de peregrinación a Israel y líder de misiones médicas en zonas vulnerables.
- Ciencia con fe
- Dieta bíblica del arco iris
- Medicina basada en la palabra
- Sanación funcional de mente, cuerpo y espíritu
¿Qué hago?
Reír. Hay que animar el alma del paciente que sufre, porque el conocimiento no basta. Con mi alegría, motivo a las personas enfermas a no tragar entero cuando reciben un diagnóstico de “maligno”, “incurable” o “paliativo”, sino a buscar más opciones.
Me llaman el “plan C”, entre otras razones, porque soy el pionero del uso de la vitamina C en Colombia, que ahora tantos pregonan. El humor es mi mayor virtud porque me permite romper el hielo, atravesar barreras y llegar a lo más profundo del alma.
Creo que no hay personas malas, fracasadas ni incurables, sino heridas. Por eso me dedico a buscar la causa de los males en todo enfermo. Y siempre las encuentro. Cuando saco una sonrisa, me siento victorioso.
Eso vale todo el oro del mundo, porque abre el camino a la sanidad y, encima de eso, me pagan por hacerlo. Todo lo demás, como el día primero.
¿De qué hablo?
Del extraordinario shemá, el gran secreto bíblico de la salud integral. Del delicado desequilibrio mental, físico y espiritual que enferma y carcome en silencio. De las lágrimas ocultas en cada paciente, que rara vez expone la causa de su verdadero sufrimiento.
Me enfoco en los siete pecados capitales, raíz de todas las enfermedades espirituales que terminan somatizando y, por tanto, generando todos los males de nuestra pobre humanidad, agobiada y doliente.
Considero que todo paciente que ingresa a mi consulta médica arrastra tantos achaques, como temores e incertidumbres. Y es un deber moral para un médico, por lo menos, intentar descubrirlos.
De esto hablo. De establecer prioridades. Agradar a Dios primero, y después todo lo demás. Mis temas se resumen en ayudar a los enfermos a encontrar en la Biblia la respuesta a todas las dudas de la sanidad. La maravillosa palabra de Dios sana y salva.
¿A quién le hablo?
Mi audiencia es tan curiosa como variadita. Siempre arranco como telonero y termino repartiendo tarjetas. Me dirijo a un público muy heterogéneo. Desde jóvenes escépticos frente al matrimonio, hasta ancianos con temor a morir.
Mis charlas sobre Tierra Santa son para unos pocos, pero cuando hablo sobre dietas me siento en El show de las estrellas. Me escuchan pacientes con cáncer y otras enfermedades crónicas, pasando por adultos que no conocen la palabra de Dios y señores en retiros espirituales. También les hablo a parejas de esposos en busca de sanidad, así como a médicos que no entienden la causa de tanta bulla. No compito en conocimiento, pero si me sueltan una Biblia, verán una gran faena.
Al final, le hablo es a mi ego. Mi mayor audiencia. La que más me comprende y aplaude.
- Tu dolor, mi dolor.
- Un médico cura. Un sacerdote sana. Jesús cura, sana y salva.
- Desconfía del médico que desconfía de Dios.
Los enfermos de la medicina. Revisemos las siete patologías de los médicos:
Vanidad de vanidades. Muchos aplausos, pero pocos resultados “humanos” a largo plazo. Actuamos como si los logros de la sanación fueran propios. Ninguna carrera goza de tanta arrogancia como la medicina. Deberían agradecernos solo si reconocemos al verdadero sanador.
La doctoritis. El día que se prohíba la endiosadora palabra “doctor X” comenzará la sanidad del gran enfermo: tu médico. Llámalo por su nombre, a ver si te atiende igual.
La tercera opinión. “Pues no hay otra opción”. Te asombrarías al comparar la diversidad de caminos que tiene la misma enfermedad. Motivemos al paciente a consultar dos opiniones más.
Mi tiempo vale. ¿Cuánto dura la consulta promedio? Creo que debería durar mínimo dos horas. Menos tiempo es una estafa. Si tu querido doctor mira el reloj, y evita escuchar los detalles, no es médico sino comerciante.
Fe y ciencia. Una carrera, dos especialidades, tres datáfonos. ¿Será que la Biblia es decorativa? Desconfía del médico que desconfía de Dios y que acompaña todo plan de tratamiento de un “Si Dios quiere”.
La herida que no sana. Esa toxina, bacteria, virus o parásito espiritual que nunca buscamos, que nunca erradicamos, es la causa de la herida que no sana.
El sermón equivocado. ¿Cuida sus plantas? ¿Es fiel? ¿Contesta a deshoras? ¿Visita enfermos? ¿Cree en Dios? ¿Conoce la palabra? ¿Ora por su paciente? Quizás está más enfermo que tú o yo.
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Libros
Ephetá, misión salud
La dieta bíblica del arco iris
La nutracéutica, el vacío entre medicina y nutrición
Conociendo tu palabra en Israel
Vitamina C.
Misil sanador (traductor).